martes, 17 de noviembre de 2015

MACHISMO Y RELIGION

Coral Bravo
Coral Bravo
Retazos
Violencia machista y religión
Todas las religiones son misóginas y patriarcales. Todas las religiones difunden el veneno del odio contra la mujer
“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”.
Mary Wollstonecraft.
Decenas de miles de personas, la mayoría mujeres, se manifestaron el sábado pasado en Madrid contra la violencia machista, y en solidaridad con las miles de mujeres asesinadas en su nombre, en una concentración sin precedentes. Y es que el maltrato y la violencia de género son una de las más grandes lacras sociales e ideológicas que soportamos en este país, en pleno siglo XXI. Las muertes ocasionadas por el machismo son muchas más que las ocasionadas por el terrorismo. Pero eso no se dice. Y los medios de comunicación, en connivencia con el poder, se limitan a hacer mención de los asesinatos por machismo como un simple apunte escabroso en las noticias de actualidad.
Es una quimera considerar la solución de un problema sin llegar al fondo de la cuestión ni al germen que lo provoca. Hace ya mucho tiempo que soy consciente de que ningún ministerio de la mujer, ningún plan de apoyo a las mujeres maltratadas, ninguna lucha ni ningún esfuerzo serán suficientes para solucionar este  terrible problema si no se conocen y no se consideran y atajan los orígenes reales y primigenios del machismo. No son los hombres los que inventaron el machismo. No. Los hombres son víctimas igualmente del ideario machista. Todos somos víctimas, hombres y mujeres, del desprecio hacia lo femenino. Todos. La sociedad entera.
Y el fondo de la cuestión no es otro que la misoginia y el desprecio a lo femenino que inyectan las religiones en el ADN de la sociedad y de la conciencia, tanto individual como colectiva. Todas las religiones son misóginas y patriarcales. Todas las religiones difunden el veneno del odio contra la mujer. Todas ellas someten y subordinan a las mujeres a roles estereotipados que las sitúan en la inacción y en una posición constreñida al sometimiento al varón y a la familia. Es innecesario traer a colación datos concretos sobre la consideración de la mujer por parte de los próceres de la Iglesia católica. No hay más que echar un vistazo somero a la biblia para encontrarse con afirmaciones aberrantes, como “Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer, cuyo corazón es lazos y redes; y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso.” Eclesiatés 7:26. De hecho, el Antiguo Testamento no parece otra cosa más que el testamento del odio intenso hacia la condición femenina.
Y no hay más que leer el título del libro que el arzobispado de Granada ha publicado en 2013, con dinero público, por cierto, veinte siglos después: “Cásate y sé sumisa”. Y no hay más que tener en cuenta el mismísimo mito de la creación en el Génesis, según el cual la mujer condenó a la humanidad entera a la terrible culpa del “pecado original”. Aunque los católicos, a este respecto como en casi todos, suelen ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, y achacan a las otras religiones la misoginia de la que se autoexculpan. Efectivamente, la misoginia del Islam, en la actualidad, es más evidente y tenaz. En los países islámicos se sigue tapando el cuerpo femenino, se sigue quemando la cara de las mujeres con ácido, se sigue lapidando, se sigue reprimiendo a las mujeres en el miedo más atroz. Pero recordemos que en los países católicos también existen burkas que esconden el pelo y el cuerpo femeninos, y, centrándonos en España, hasta hace pocas décadas una mujer era considerada, en todos los sentidos, un ciudadano de tercera y ni tenía acceso a la universidad: y hasta el siglo XVIII, hace sólo dos siglos, se seguía quemando a las mujeres libres o sabias en hogueras.
Las iglesias son el foco primero del machismo en una sociedad. No sigamos las mujeres dejándonos adoctrinar y culpando a los hombres de un mal endémico que proviene muy directamente de los idearios misóginos, castradores, tiranos y represores que propagan las religiones. En España seguimos financiando a la Iglesia católica con una fortuna del dinero público. Estamos financiando los españoles por tanto, entre otras muchas cosas, la perpetuidad del desprecio secular a lo femenino. Al menos seamos conscientes y no nos quedemos en divagaciones tan abstractas como inciertas.
Parafraseando a la maravillosa escritora y periodista Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, nos enseñaron a rezar, a creer en el infierno y nos remachaban ese sentimiento de culpa que arrastramos desde siempre. La culpa, tan católica, es la mejor arma de tortura contra las mujeres.
Coral Bravo es doctora en Filología
Ver todos los artículos de Coral Bravo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario