jueves, 26 de noviembre de 2015

SIEMPRE NOS QUEDARA PARIS


Coral Bravo
Coral Bravo
Retazos
Siempre nos quedará Paris
Lo llamamos terrorismo yihadista, lo cual es un neologismo occidental utilizado para denominar a las ramas más violentas y radicales del Islam, aunque las ramas menos violentas también se las traen
Lo llamamos terrorismo yihadista, lo cual es un neologismo occidental utilizado para denominar a las ramas más violentas y radicales del Islam, aunque las ramas menos violentas también se las traen. Los países dominados por esta religión están como están. Y la violencia, en ellos, suele ser el pan nuestro de cada día, vive entre los que llamamos integristas y entre los que no, porque, en realidad, todo pensamiento religioso es integrista. El Islam es una religión monoteísta, que, como el cristianismo, impregna de sus creencias absurdas y fanatismos a las sociedades de buena parte del planeta, especialmente en Oriente y África. El cristianismo, con 2.400 millones de adeptos es la religión más extendida en el mundo, seguido del Islam, con 1.400 millones de seguidores. Ambas son las religiones imperantes y más poderosas del planeta.
Me pregunto por qué no lo llamamos por su nombre, terrorismo religioso, o simplemente religión, porque sabemos bien que, tras la fachada de paz y amor que venden todas, a modo de cebo y como manipulación de las conciencias, lo que realmente hay tras ellas es enormes maquinarias de poder que han ocasionado las mayores atrocidades y miserias en la historia de la humanidad. Y es que las religiones son, en sí mismas, terrorismos, desde el mismo momento en que ideológicamente todas ellas imponen a su dios como el único existente, y como enemigos a batir a los que no se adhieren a ellas; y desde un punto de vista político porque interfieren en los gobiernos y en los Estados, y en cualquier ámbito de poder, para obtener lo que realmente buscan y siempre han buscado, imponerse, expandirse, y recavar dinero y poder. La supuesta espiritualidad es un señuelo, es una herramienta perfecta para manipular, repito, las conciencias.
El Islam es la segunda religión monoteísta en el mundo en número de adeptos, decía. Su dogma de fe se fundamenta en el Corán, el cual impone a sus creyentes como premisa fundamental “No hay más dios que Alá”. Quien no siga a Alá y a sus terribles imposiciones será una especie de demonio, un infiel, es decir, un enemigo a batir. Lo cual es lo mismo que difunde el cristianismo con respecto al dios cristiano. Y lo cual es lo mismo, repito, que hacen todas las religiones y sectas en el mundo, con respecto a cada dios, cada gurú, cada profeta o cada ente abstracto divinizado. Y existen aproximadamente unas 4.200 religiones vivas en la actualidad, es decir, 4.200 dioses que, se supone, son todos los únicos verdaderos y que siembran en cada adepto superstición, fanatismo, odio e intolerancia. Y todas ellas poniendo freno a las democracias y a la libertad. Es decir, una verdadera locura.
Decía Nietzsche que si la humanidad no es capaz de acabar con la religión, la religión acabará tarde o temprano con la humanidad. Lo cual no es, en absoluto, una idea desproporcionada si nos paramos a analizar los graves perjuicios políticos, económicos, sociales, psicológicos y emocionales que provocan y llevan siglos provocando. Y mentales, porque no olvidemos que las religiones técnicamente son, además de socioadicciones, sectas o macrofascismos que utilizan técnicas coercitivas de presión y de manipulación mental. Ningún terrorista yihadista, ni ningún terrorista de cualquier creencia, es capaz de matar indiscriminadamente ni de autoinmolarse si no ha sufrido previamente un fuerte proceso de manipulación mental, o dicho en términos coloquiales, un fuerte proceso de lavado de cerebro.
Paris, la maravillosa ciudad de la luz y del amor, la capital del país que fue cuna del laicismo, de la Ilustración y de las democracias modernas, se ha convertido por unos días, a causa del fundamentalismo religioso, en la ciudad del horror y de la muerte. Y no es que los muertos franceses sean diferentes de los muertos sirios o palestinos, ni de los cadáveres de los africanos que mueren en el mar huyendo de la miseria, ni de los miles de irakies que murieron por la locura y la voracidad de algunos presidentes occidentales, ni de los miles de afganos, ucranianos, nigerianos, libaneses o senegaleses que mueren  en guerras terribles que a algunos les convienen muy mucho, entre otras cosas porque se les vende armamento. No. Todo es, en realidad, lo mismo. Todos esos muertos son los muertos de la sinrazón, de la voracidad sin límites y de la locura, locura que casi siempre está bien empañada del extremismo religioso.
Y mientras tanto, seguimos financiando a las religiones con nuestro dinero. Hablan en sus arengas de “paz y amor” como reclamo con el que embaucar conciencia y perpetuar la irracionalidad y la ignorancia humanas. Pero la realidad es y ha sido siempre que siembran la intolerancia, la sinrazón, el pensamiento mágico y supersticioso, el odio, las dictaduras, las tiranías morales y de todo tipo. Una de las grandes paradojas de la especie humana. Decía John Adams, el segundo Presidente de los Estados Unidos, que “este mundo sería el mejor de todos los mundos posibles si no hubiera ninguna religión”.
Aunque, a pesar de todo, mientras nos siga quedando el compromiso profundo a favor de la razón, el progreso, la libertad y la fraternidad, siempre nos quedará Paris.
Coral Bravo es doctora en Filología
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